Ya estamos de vuelta con otra gran catástrofe ecológica. Esta vez le ha tocado a Hungría. El Gobierno húngaro declaró el pasado martes el estado de emergencia en tres provincias occidentales por un vertido tóxico que de momento ha causado seis muertos (cifra no definitiva) y más de un centenar de heridos. A estas alturas se puede afirmar sin temor a equivocarnos que es la peor catástrofe medioambiental en la historia del país al poner en serio peligro la flora y fauna ribereña del Danubio. El lunes se rompió el dique de un contenedor de residuos en una planta de alumnio de la empresa metalúrgica MAL (el nombre le viene que ni pintado) a 165 kilómetros al oeste de Budapest. Se ha vertido 1,1 millones de metros cúbicos de barro tóxico. El fluido cayó en un estanque y se mezcló con la crecida de las aguas que desde hace unos días afecta a la zona, e inundó una superficie de unos 40 kilómetros cuadrados. Los residuos contienen elevadas cantidades de silicio, hierro y otros metales pesados, tienen un color rojo ladrillo y desprenden un fuerte olor que causa irritación en ojos y nariz. En una rueda de prensa, el primer ministro húngaro apuntó a un error humano como causante del accidente. En un comunicado colgado este viernes en la página web de la empresa, la compañía de aluminio asegura que "hasta el momento no se han podido precisar cuáles fueron las causas de la catástrofe". La compañía señala que el barro rojo, un residuo de la producción de aluminio, "no es calificado como residuo peligroso según los estándares de la Unión Europea (UE)". El gran peligro, advierten los expertos, es que el vertido alcance el Danubio, el segundo río más largo de Europa después del Volga. Dichos expertos apuntan además que las tierras que han entrado en contacto con el vertido quedarán estériles mientras que todos los peces de los ríos afectados morirán (ya se han hallado peces flotando en el río Marcal). La prioridad número uno de las autoridades húngaras (además de esclarecer las causa del accidente y depurar responsabilidades) es contener la riada roja que avanza hacia el Danubio y controlar el alcance de los daños. Si el vertido tóxico alcanza el Danubio las dimensiones de la catástrofe ecológica sería incalculables.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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