El abuso de poder encubierto, o lo que es lo mismo, el monopolio empresarial es un hecho que no beneficia a nadie (excepto a la empresa monopolista, claro). El libre mercado y los estados democráticos intentan frenar los abusos monopolistas pero no siempre lo consiguen. Saco a colación este tema porque ayer recordé el cumpleaños de Google y hoy voy a comentar una faceta poco conocida de la multinacional americana. Google es una empresa que emplea métodos bastante sospechosos y claramente monopolistas. La compañía estadounidense de servicios por internet ha saltado candelero informativo. La noticia es que un juzgado de Madrid ha imputado al representante legal de Google en España por una presunta infracción del Código Penal, referente a la intercepción de comunicaciones privadas (presunta infracción aunque Google ha reconocido los hechos). La titular del juzgado de instrucción número 45 de Madrid se apoya en la admisión, por parte de Google, el pasado mayo, de que esta compañía había recogido "por error" hasta 600 Gigabytes de datos privados transmitidos por redes inalámbricas (esas cosas no suceden por error, 'Gran Hermano' nos vigila), mientras sus coches equipados con mecanismos electrónicos y de imagen recolectaban información para Street View, su sistema de mapas y callejeros fotográficos (también nos podríamos preguntar como existe gente que utiliza el wifi sin ningún tipo de protección o encriptación). España, Alemania y también países tan dispares como Estados Unidos, Corea del Sur o Italia han presentado algún tipo de objecciones al sistemático mapeo que realiza Google, cuyo poder, como antaño el de Microsoft, no deja de aumentar, impulsado por todos los ciudadanos que usamos sus herramientas (personalemtne no entiendo como permiten que salgan fotografías de vehículos donde se ve perfectamente la matrícula). La utilidad de los servicios de Google está pues, en líneas generales, fuera de toda discusión (efectivamente, yo utilizo muchos de sus servicios: su buscador, su correo electrónico, sus hojas de cálculo on-line, Youtube, blogger, Google Sky en Android...). Lo cual no significa que no se deban considerar ámbitos como la privacidad y la intimidad, a los que todos tenemos derecho (a excepción de los 'famosos', como la prensa amarilla nos recuerda continuamente), u otros más delicados como las posiciones monopolistas de Google o sus métodos de obtención de datos (a todas luces, ilegal). Así pues las legislaciones nacionales, incluso la de los países más recelosos (véase China), deben de hacer un esfuerzo para ajustarse a las realidades de la era digital (nuestra actual era): sólo así estarán en condiciones de evitar abusos. Y las compañías como Google (o Microsoft, ya que estamos) deben fijarse unos límites, evitando recabar informaciones particulares utilizables en ulteriores operaciones comerciales. En definitiva debería hallarse un equilibrio, un marco legal en el que quepan los nuevos instrumentos electrónicos y donde se respete la privacidad.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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