¿Qué oscuros sentimientos esconde el ser humano? ¿Hasta dónde llega la avaricia y prepotencia de la raza humana? ¿Cómo es posible que los mandatarios y políticos más destacados de los principales países del mundo sean tan incompetentes, embaucadores, insensibles y desalmados? ¿No se percatan (obviamente no) que la cuenta atrás para salvar el planeta ya se ha iniciado y que se tienen que tomar medidas drásticas, urgentes y sin dilación para revertir la desesperada situación medioambiental? En dos semanas en Copenhague se han debatido todos los puntos 'calientes' de la agenda, han venido muchos líderes políticos, han habido muchas negociaciones y muchas manifestaciones para nada. Tal como comentaba en una entrada anterior en este blog habían puestas muchas esperanzas en esta conferencia, pero la realidad ha sido otra. Porque esta conferencia ha sido un total fracaso (lo mismo sucedió en Kioto). Una vez más el ser humano tropieza otra vez con la misma piedra. Ni los peores pronósticos (tenía una leve esperanza que esta vez se hicieran las cosas razonablemente bien, para variar) podían imaginar unos acuerdos tan tibios (en la práctica no solucionan nada) e insuficientes como los obtenidos en esta conferencia. Lo peor es el clima de división creado en Copenhague que puede demorar peligrosamente las acciones que lleven a una economía basada en el ahorro energético, las fuentes renovables y una menor dependencia de los combustibles fósiles, cuyas emisiones amenazan la precaria salud del planeta. Se acabaron las esperanzas de un nuevo tratado internacional contra el cambio climático, necesario para que EEUU y China asuman metas obligatorias y vinculantes con reducciones de gases invernadero más allá del mero voluntarismo. Además, los países industrializados tampoco se han comprometido a asumir objetivos muy ambiciosos a partir del año 2012, fecha en que expira el protocolo de Kioto. Tenemos un tratado descafeinado y congelado. El plan 2020 no será vinculante aunque todos los países deberán presentar en dos meses las metas sobre reducción de gases. Al final, cayó del borrador la reducción del 50% de los gases para el año 2050. ¿Para que seguir? Es obvio que esta cumbre ha fracasado. No hay acuerdos vinculantes, solo buenas intenciones (como siempre). Muchos discursos y muchas horas de discusión para obtener unos pobres resultados. Y suma y sigue. Supongo que la próxima cita también será un fracaso. Antes de acabar una reflexión de la columnista de La Vanguardia, Pilar Rahola:
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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