No voy a hablar de una de las mejores canciones del grupo de hard rock Scorpions. Hoy he decidido contar otra de mis intrascendentes anécdotas cotidianas. Aunque idiológicamente me considero una persona progresista debo reconocer (bonito palíndromo) que como consumidor soy bastante conservador. No suelo hacer muchos cambios en cuanto a moda, costumbres, tecnología, hábitos y otros menesteres. Por así decirlo, más vale malo conocido que bueno por conocer. Sin embargo la paciencia tiene un límite... Desde esta semana tengo otro proveedor de acceso a internet. Cuando iba a la universidad me conectaba desde las aulas de informática ya que solo hacía consultas esporádicas. A finales del siglo pasado (suena un poco retro) ya contraté una modesta conexión con modem (no había otra cosa) y me conectaba a internet desde el domicilio. Aún recuerdo el típico ruido del modem cuando establecía la conexión a la red. No solía estar mucho rato porque mientras estaba conectado no tenía línea telefónica. A parte, la facturación se disparaba. Un par o tres de horas por semana para comprobar el correo electrónico y consultar alguna página web. La revolución llegó a principios de esta década que está a punto de terminar. Después de mucho mirar (y rezar) me decidí por el ADSL. Entonces existía el nuevo ADSL y el muy defendido por entonces RDSI (el cable de fibra óptica en esa época en España era solo un sueño). Contraté una línea de ADSL a ya.com (no recuerdo si esa era la compañía original ya que desde entonces se produjeron innumerables fusiones y adquisiciones extrangeras de compañías nacionales de telecomunicaciones). El caso es que me decidí por esa compañía y me adjudicaron una IP fija (eran de las últimas que daban). A lo largo de los años he disfrutado de internet de banda ancha (bueno, digamos que de una conexión bastante deficiente) con un precio cada vez más económico y una velocidad en teoría más rápida. Sin embargo siempre he tenido problemas. Muchas veces la conexión fallaba cuando llamaban al teléfono fijo (los microfiltros no eran nada eficientes), habían desincronizaciones perdiendo la conexión de forma continua, muchos picos de baja velocidad (en la práctica se tenía que reiniciar el ordenador), imposibilidad de mandar correo electrónico (el servidor del correo saliente SMTP nunca funcionó). Mis llamadas al servicio de asistencia técnica eran continuas (un teléfono 902) y no acababan de solucionarme nada. La paciencia tiene un límite y esta gente rebasó el mío. Así que desde esta semana disfruto de ADSL con otra compañía a cero euros durante un año a la misma velocidad. De momento no veo mucho cambio en cuestión de velocidad pero no he perdido la conexión durante más de tres días (toquemos madera). Eso sí, la IP es dinámica pero a estas alturas de la película, ¿a quién le importa? Por cierto señores de Jazztel, ¿que parte de la frase 'no me interesa' no entienden ustedes? Es increíble que en pleno siglo XXI todavía haya empresas que tengan un marketing tan agresivo y tan en contra de los derechos de los consumidores. Llaman de forma reiterada a casa del usuario para preguntar, muchas veces de forma violenta y sin educación, para que el usuario cambie de compañía. No les basta con decirles que no te interesa. Ellos siguen a lo suyo, molestando e irritando a la gente. Qué pocos derechos tenemos aquí los consumidores. Reitero desde estas líneas, no voy a cambiar a Jazztel NUNCA.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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