Miguel Delibes falleció ayer por la mañana a la edad de 89 años víctima de una larga enfermedad. Desde el mediodía de ayer se ha instalado la capilla ardiente del escritor vallisoletano en el salón de recepciones de la Casa Consistorial de Valladolid para que las persona que lo desearan pudiesen darle el último adiós. Como era de esperar las colas se han hecho interminables y más de 14000 personas se concentraron en la Casa Consistorial. Tampoco han cesado de llegar ramos de flores y coronas remitidos por representantes del mundo político, cultural, social, económico, deportivo e institucional. Destacan las coronas enviadas por las casas Real y del Príncipe de Asturias, el Ministerio de Cultura, la Junta de Castilla y león, la Universidad y la Diputación de Valladolid, la ciudad de Salamanca, la Sociedad General de Autores, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Real Valladolid de fútbol.
Antes de que en Barcelona un Premio Nadal le diera a conocer en 1947 a los 28 años con La sombra del ciprés es alargada, Delibes ejerció como empleado de banca y periodista –entre 1941 y 1963 trabajó en el diario El Norte de Castilla, en el que fue redactor, caricaturista, cronista deportivo y director. «Dimití porque Fraga quiso imponerme un subdirector que hacía las veces de director», contaba, y bromeaba con la propuesta que le hizo José Ortega Spottorno para fuera el primer director del futuro diario El País: «Prometían ponerme un coto de caza en Madrid, pero no lo vi claro». Y es que para el autor, la caza, la pesca y la comunión con la naturaleza terminaron siendo pilares fundamentales de su manera de concebir el mundo, arrinconando así su pasión más juvenil por los viajes cuyos reportajes realizaba para la mítica revista Destino.
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