El caso de Google en China ha abierto el debate sobre los derechos y libertades en el ciberespacio. En los últimos tiempos muchos gobiernos han cedido a la tentación de controlar lo que pasa por internet (China, Cuba y Venezuela son tres claros exponentes). Google prepara su salida de China al oponerse a censura los resultados de sus búsquedas tal como exigía el gobierno chino (los más de mil millones de chinos no podían recibir información sobre el conflicto del Tibet o sobre la matanza de Tian'anmen, por poner sólo dos ejemplos). A pesar que la mayoría de países que ejercen la censura cibernética son dictaduras, algunos países democráticos también se han apuntado al carro de la censura. Australia, que presume de ser un país democrático avanzado, acaba de anunciar un potente filtro inspirado en "el gran cortafuegos" chino para impedir el acceso a determinadas páginas web. La pregunta clave a hacerse es si los gobiernos controlan el acceso a la información dentro del ciberespacio. Y la respuesta es clara, un sí rotundo. La gran mayoría de los gobiernos mundiales ya controlan las comunicaciones electrónicas aunque no las censuren. En España, por ejemplo, dentro del marco europeo, el registro de correos electrónicos (no su contenido) o llamadas de móvil está regulado por ley. Expertos alertan del peligro de que los gobiernos se dediquen a revisar todos los contenidos de internet (Gran Hermano nos vigila) aunque en la práctica sea muy complicado por la escasez de funcionarios dedicados a esa tarea. Dichos gobiernos desconfían mucho de la capacidad de autorregulación de internet. Los regímenes represivos no pierden el tiempo en estas cuestiones y se dedican a crear herramientas avanzadas contra los disidentes y compartir tácticas de censura entre ellos. Incluso gobiernos democráticos están haciendo listas negras de ciertas páginas. La decisión de Google de cerrar su servidor en China, debido a la voluntad de sus responsables de no aplicar los filtros que exige Pekín, ha puesto en evidencia a los cibernautas del país asiático. Una gran mayoría asume con naturalidad la censura en la red, mientras que una minoría busca vías alternativas para seguir conectado a un sistema de búsqueda de información libre de filtros. Un conformismo bastante deprimente, la verdad. Internet fue concebido para intercambiar conocimientos de distinta índole, para compartir experiencias y para que la cultura y el conocimiento estuvieran al alcance de todos. Internet fue concebido desde la base de la libertad (que no libertinaje), sin censuras de ningún tipo, autorregulado y controlado desde la propia red. Esperemos que esta gran herramienta no degenere y que los Gobiernos no quieran coartar la libertad de expresión de este medio.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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