miércoles, 3 de febrero de 2010

Flo, cuánto te añoramos (y II)

Segunda y última parte de lo que escribí en mi diario cuando murió mi perra Flo.
En diciembre de 1999 tuvo cuatro cachorros. El padre es el perro de la vecina, se llama Bros. Nos quedamos un cachorro que llamamos Heidi (antes de ponerle el nombre le llamábamos cariñosamente ‘ojo de parche’). Ahora la hija estará sola en compañía de las dos gatas que tenemos (y menos mal de las dos mininas). Poco más que añadir. Jamás pensé que lloraría tanto por un perro ni que querría tanto a un animal pero lo cierto es que ya se le puede considerar un miembro más de la familia. Siempre te tendremos en el corazón.La vamos a enterrar en el cementerio de animales de compañía de Torrelles de Llobregat este sábado. Así siempre podremos ir a verla. Como voy a echar de menos a la yayona (apelativo cariñoso) con sus orejitas de batman sobresaliendo detrás del cristal de la puerta. También le llamaba Pondia de Floripondia. Sus múltiples paradas y meaditas cuando la sacábamos a pasear, sus carreras en la arena de la playa, sus ganas de salir en Cunit (enseguida estaba en la puerta, en cambio en Barcelona se hacía la remolona). Era todo un espectáculo para la vista cuando paseaba junto a la Heidi. Las dos blancas (estaban reluciente cuando venían de la peluquería canina), casi idénticas… Todos se paraban para mirarlas. Justo el 31 de enero, con apenas 24 horas de vida que le quedaban, la saqué a pasear por la tarde junto a la Heidi(...) Acabé pronto en el trabajo pero me retrasé expresamente para no llegar a casa pronto y ver el terrible espectáculo. Cuando ya volvía en coche me llamó Jordi y me confirmó lo peor. Entre lágrimas me dijo que la habían dormido para siempre. Fui al veterinario para verla por última vez. Estaba aun caliente, estirada con sus patitas traseras cruzadas y sus ojos sin cerrar del todo. La acaricié y le besé la cabecita. No paro de pensar en como lo debe estar pasando mi madre. Ella fue reacia en un principio a tener una perra. Luego se acostumbró y ya fueron inseparables. Era la que la llevaba a pasear, la que la llevaba a la peluquería, al veterinario, la que la cepillaba. Siempre estaba con ella y la Flo siempre estaba con mi madre. Estaban hechas la una para la otra. Solo hay que ver las fotos. Aunque todos hemos sentido mucho su pérdida (por ejemplo mi abuela, que le preparaba comida) es mi madre la que estaba más apegada a la Flo (así como Jordi lo está con la Heidi).
All dogs go to heaven.



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