jueves, 30 de diciembre de 2010

Investigación y ciencia (diciembre) (parte dos)


Segunda y última parte de la búsqueda de la teoría final.

Construcción de modelos
Un conocido ejemplo lo constituyen el modelo geocéntrico de Ptolomeo y el modelo heliocéntrico de Copérnico. Aunque suele decirse que Copérnico invalidó el modelo de Ptolomeo, semejante conclusión es falsa. Uno puede usar cualquiera de las dos descripciones como modelo del universo. Con independencia de nuestras suposiciones acerca de qué cuerpo, la Tierra o el Sol, se halla en reposo, ambas teorías explican las observaciones celestes. La única ventaja del sistema copernicano reside en que las ecuaciones se tornan mucho más sencillas si elegimos como sistema de referencia aquel en el que el Sol se encuentra en reposo. El realismo dependiente del modelo no sólo se aplica a los modelos científicos, sino también a los modelos que todos empleamos para interpretar el mundo cotidiano.

Destellos de una teoría profunda
En la búsqueda de la ley definitiva de la física, ningún candidato ha generado mayor esperanza (ni más controversia) que la teoría de las cuerdas. Esta teoría fue propuesta en los setenta como un intento de unificar las cuatro fuerzas de la naturaleza (electromagnetismo, nuclear débil, nuclear fuerte y gravedad) en un esquema coherente que, en particular, lograría compatibilizar la fuerza de la gravedad con las leyes de la física cuántica. Sin embargo se descubrió que la teoría adolecía de un serio inconveniente: no había una única teoría de cuerdas, sino cinco. A medidados de los noventa se descubrió que esas cinco teorías (a la que se sumó la teoría de supergravedad de once dimensiones) describían, en realidad, los mismos fenómenos. Actualmente los físicos se hallan convencidos de que las cinco teorías de cuerdas sólo representan aproximaciones diferentes a una teoría más fundamental, a la que se ha llamado teoría M. Parece que, para explicar el universo, hemos de emplear una teoría u otra en función de la situación que deseemos describir. Así pues, la teoría M no es una teoría en el sentido habitual, sino un conjunto de teorías. En resumen, la teoría M muestra que una misma situación física puede modelizarse de varias maneras, cada una de las cuales emplea diferentes conceptos y elementos fundamentales.

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