Parece que poco a poco vuelve la normalidad en nuestros aeropuertos. Ha sido necesaria la intervención de las Fuerzas Armadas y declarar el Estado de Alarma para que los sediciosos controladores entren en razón (espero que esta vez no salgan impunes). Obviamente el mal ya está hecho (la imagen y la economía del país han quedado seriamente dañadas) y ansío que la justicia actúe de oficio ante tal despropósito. Una provocación tan descarada no puede quedar sin castigo (aunque me imagino que tras abrir expediente todo quedará en nada). En efecto, el Gobierno decretó la alarma y doblegó a los controladores. La vigencia de la militarización y las medidas especiales se estima en al menos quince días. Si es necesario se prorrogará. Como era de esperar el colapso de la actividad en el puente ralentizará la recuperación económica española (como reza el dicho, eramos pocos y parió la abuela). Las pérdidas totales pueden alcanzar los 400 millones de euros. Las responsabilidades ante tal desatino no se han hecho esperar. El fiscal ha citado a los huelguistas por presunto delito de sedición. Como era de espera la clase política no ha estado a la altura (no se pude esperar peras al olmo). PSOE y PP se tiran los trastos a la cabeza en medio del caos. El PP pregunta dónde está el presidente y hace responsable del caos al Gobierno (al final le acusarán también del asesinato de JFK, tiempo al tiempo). El PSOE pide explicaciones al PP por sus reuniones con los controladores. La derecha no hace más que entorpecer el delicado estado de la nación, torpedeando todas las acciones del Gobierno (no podemos olvidar sus reuniones con Marruecos cuando estalló la crisis de la frontera de Melilla). Mientras tanto Duran tacha a los controladores de chantajistas y da su apoyo al Gobierno (entre tanto zángano es tranquilizar hallar a algún político con un mínimo de sentido común). El ejecutivo ha garantizado que no habrá problemas ni durante las navidades ni después de ellas. Las perspectivas no parecen nada optimistas. El motín ha cerrado una semana fatídica para la autoridad política del Ejecutivo.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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