El pasado martes comenzó en Sharmal-Sheikh la primera de las reuniones quincenales, que continuaron el día siguiente en Jerusalén, a las cuales se comprometieron a principios de este mes, en Washington, Benjamin Netanyahu y Mahmud Abbas para intentar llegar a una solución definitiva en el conflicto palestino-israelí antes de un año. La mayoría de analistas y la prensa internacional contemplan con escepticismo esta nueva ronda de encuentros impulsada por Obama (el presidente norteamericano pasa por sus horas más bajas en cuanto a popularidad y busca obtener un acuerdo que facilite el camino de la paz en la región) y pronostican que están abocadas al fracaso (esperemos que no). Eso se debe a que esta nueva ronda llega seis meses después de la ruptura de las conversaciones indirectas, consecuencia de la decisión del Gobierno israelí de autorizar la construcción de nuevos asentamientos en Jerusalén Este y veinte meses después que se interrumpieran los contactos directos a raíz de la ofensiva contra Gaza. El escepticismo es lógico ya que hoy por hoy los obstáculos son mayores que cuando las condiciones eran mucho mejores. En el propio seno del Gobierno de Netanyahu hay partidos que no solamente rechazan las conversaciones sino que abogan para deshacerse incluso de los palestinos con ciudadanía israelí y no están dispuestos a hacer ningún tipo de concesión sobre los asentamientos de Cisjordania. Además, el mandato de Mahmud Abbas está seriosamente cuestionado ya que las elecciones de enero fueron aplazadas sine die ante una previsible victoria de Hamás y por si fuera poco el movimiento palestino se encuentra profundamente dividido. La organización islamista (y terrorista) Al-Fatah ya ha advertido que no piensa acatar los acuerdos que pueda suscribir Abbas, que se opone a cualquier contacto con Israel mientras no abandone los territorios ocupados y amenaza con seguir combatiendo con las armas la ocupación. En resumen, parece imposible llegar a la paz sin Hamás, con el movimiento palestino dividido, sin el compromiso de Netanyahu de prorrogar la moratoria de construir nuevos asentamientos y con el Ejecutivo israelí con partidos que se oponen a cualquier tipo de contacto con los palestinos. Se vislumbra un diálogo muy tenso, un proceso lleno de trabas por ambos bandos y con un final muy incierto pese a la insistencia de los EEUU. En definitiva, muy pocas esperanzas en el enésimo intento de hacer cumplir la Hoja de Ruta de la ONU, EEUU, La Unión Europea y Rusia. Siendo esta la realidad esperemos que por fin se llegue a un principio de acuerdo entre ambas partes y la paz sea posible en Israel y Palestina.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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