sábado, 26 de marzo de 2011

San Anselmo de Canterbury (V)


Crítica de Kant:

Recordemos que la metafísica afirma y asegura que por medio de razonamientos puros puede llegarse a conocer la cosa en sí y por sí que contiene en su seno la razón de todas las demás cosas o sea Dios. Kant se preguntará en la Dialéctica trascendental de la Crítica de la Razón Pura si eso es posible, si mediante la razón podemos conocer a Dios.

A lo largo de su Crítica de la Razón Pura, Kant ofreció una serie de argumentos separados pero interconectados en contra del ontológico, apoyándose en los conceptos de juicios sintéticos y analíticos. No podemos predicar de Dios absolutamente nada; porque Dios no puede ser objeto a conocer, no puede ser fenómeno dado en la experiencia.

Kant agrupa las pruebas tradicionales de la existencia de Dios en tres argumentos principales: el argumento ontológico, el argumento cosmológico y el argumento físico-teológico. Aquí solo comentaré el primer argumento que es el utilizado por San Anselmo.

Kant discute este argumento y muestra que la existencia, lo que llamamos existencia, tiene un sentido muy claro y muy completo en la serie de las condiciones del conocimiento posible. Existir, la existencia, es una categoría; y una categoría formal, que nosotros, como el espacio, el tiempo, la causalidad, la substancia, aplicamos, pero que no podemos legítimamente aplicar más que a percepciones sensibles. Si nosotros no aplicásemos la categoría de existencia a la percepción sensible, tendríamos que decir, como Hume, que nuestras percepciones sensibles son nuestras nada más, y que no les corresponde fuera de nosotros nada. Pero justamente el aplicar nosotros a las percepciones sensibles la categoría de existencia, de substancia, de causa, es el acto por el cual establecemos los objetos a conocer, los fenómenos. Este es el sentido de la existencia. De modo que para afirmar que algo existe, no basta tener la idea de ese algo, sino además hay que tener la percepción sensible correspondiente; tenerla o poderla tener. Es así que de Dios no tenemos, no podemos tener la percepción sensible correspondiente, luego no podemos afirmar su existencia. O dicho de otro modo; podemos decir: yo tengo la idea de un ente perfecto; yo tengo la idea de que ese ente perfecto existe, porque en la idea de un ente perfecto está contenida la idea de la existencia. Pero de ideas, no salimos. Recordemos lo que Kant identifica con las ideas. Las ideas son unidades absolutas, unidades totalitarias, que la razón, saltando por encima de las condiciones del conocimiento, construye más allá de los límites de toda experiencia posible, saliéndose de esos límites.

En resumen, Kant va mostrando en cada una de las argumentaciones de la metafísica el pecado que todas ellas cometen, y que consiste en que se salen de los límites de la experiencia; en que aplican las categorías o no las aplican según capricho; en que toman por objeto a conocer lo que no es objeto a conocer, sino cosa en sí misma. Por decirlo de otra forma, la razón por la que decimos que unos entes existen es que tenemos una experiencia espacio-temporal de los mismos: son objetos que se corresponden al concepto. Así, cualquier demostración de la existencia de algo, incluyendo a Dios, que se base en afirmar (predicar) una propiedad (en este caso la existencia) de ese algo es falaz: la definición de algo no implica su existencia.

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