Punto clave:
La verdad de la proposición ‘Dios existe’ (Deus vere est) no es inmediatamente evidente. Así que lo primero que hizo Anselmo fue definir a Dios con sus atributos y características. Busca un único argumento para demostrar no solo la existencia de Dios sino su naturaleza.
Problemáticas:
Para empezar Anselmo atribuye la característica ‘aquello mayor que lo cual nada puede pensarse’ a Dios. Lo máximo ya no es pensado en relación con las demás cosas como sucedía en el Monologion, sino que es considerado en cuanto concepto que solo aparece en cuanto se revela al pensamiento. Dios, en cuanto es lo máximo, impone de por sí que nada pueda ser pensado como más grande. La primera crítica que aparece al argumento es clara: no hay forma de legitimar el paso del simple concepto de Dios (esencia) a su existencia. No se puede tener el concepto de Dios antes de conocer la realidad de Dios, antes de saber que Dios existe. Y, precisamente, como no tengo el concepto de Dios, puedo también pensarlo como no existente. Anselmo toma de la Revelación (dato de fe) el concepto de Dios.
En el argumento del Proslogion Dios se presenta primeramente como sujeto a diferencia del Monologion que se presenta como predicado. Y aquí hallamos otro problema. Si se parte del concepto de Dios, ¿de dónde se puede recabar tal concepto, si Dios no es objeto de experiencia inmediata? Como ya he comentado anteriormente, San Anselmo comienza su argumentación con un acto de fe.
Con todo lo dicho hasta ahora parece claro que una vez superado la definición e identidad de Dios a través de la fe y no del razonamiento, la argumentación ontológica de San Anselmo cobra todo su sentido. Sin embargo, para el insensato que por definición no acepta la sagrada autoridad, el problema sigue vigente ya que el concepto ‘aquello mayor que no puede ser pensado’ no se puede demostrar.
A partir de aquí surge otra cuestión. ¿Es posible el pensamiento (el concepto, la idea) de Dios? Desde la epistemología anselmiana, de corte neoplatónico agustiniano, los conceptos (ideas) de los humanos son, ciertamente, copias de copias, pero mantienen, con todo, un contenido. No cabe una idea o pensamiento de entes ficticios o falsos.
Llegados a este punto hemos comprobado la dificultad del argumento ontológico. Filósofos de la talla de Descartes, Leibniz y Hegel lo consideran válido y lo introducen en sus respectivos sistemas. Otros, como Santo Tomás, Hume y Kant, rechazarán la validez del argumento, negando su fuerza probatoria. En la próxima entrada voy a explicar la crítica de Kant.
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