Un fósil descubierto en Hadar, Etiopía, ha demostrado que la maravilla biomecánica que es el pie humano ya había evolucionado hace 3,4 millones de años, antes de que empezara a aumentar el tamaño del cerebro, antes de que se tallaran las primeras herramientas de piedra (antes de la cultura Olduvayense) y antes incluso de que apareciera el género humano. El fósil, atribuido a la especie del famoso homínido Lucy, Australopithecus afarensis, demuestra que los pies son la sólida base sobre la que se ha construido la evolución humana. El pie, pese a su mala fama, es una obra maestra de ingeniería. Con sus 26 huesos y 20 músculos, está diseñado para ejecutar dos funciones distintas (que esté bien diseñado no significa que haya una 'ente' creador detrás de su configuración): una de amortiguación del impacto de cada paso; y otra de propulsión del paso siguiente. Y como pasa siempre, cuando se optimiza una función, otra pierde prestaciones. Cumplir estas dos funciones obligó a sacrificar el pulgar, que tan bien había permitido asirse a las ramas de los árboles durante millones de años, y a reconvertirlo en dedo gordo alineados con los otros cuatro dedos del pie (una vez el bipedismo fue un hecho ya no tenía sentido mantener la función del dedo gordo). Y obligó a introducir un segundo cambio más sutil: formar dos arcos, uno que recorre la planta del pie del talón a la punta y otro que la recorre de lado a lado. El fósil descubierto en Etiopía es un metatarso completo del cuarto dedo de un pie. Según los resultados de la investigación que se presentan hoy en la revista Science, mide 6,7 centímetros de longitud y 1 de anchura. Pero más importante que su tamaño es su forma. Si en los simios este hueso tiene una forma recta, en la especie humana presenta una torsión. En resumen, este hallazgo viene a confirmar lo que las huellas de Laetoli (Tanzania) ya reflejaron hace más de 30 años.
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Hace 1 año
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