La temporada automovilística echó el telón. Ayer se disputó la última prueba del campeonato mundial de Automovilismo de velocidad. Ayer se disputó la última carrera de la temporada de Fórmula Uno en el circuito Yas Marina de Abu Dhabi. Y el que hasta ayer iba primero en el campeonato mundial de pilotos, Fernando Alonso, no pudo finalizarlo primero. El tercero en discordia, Sebastian Vettel, se llevó finalmente el gato al agua. Y eso que parecía que e asturiano lo tenía todo controlado; tenía más puntos que nadie, tenía más experiencia que nadie, tenía el respaldo de una de las mejores escuderías del campeonato (sin embargo ayer no lo demostraron), tenía la tercera posición en la parrilla de salida y tenía a su máximo rival (a priori), Mark Webber, detrás de él, en quinta posición. La grandeza de este deporte (y de muchos en general) es que dos y dos no siempre son cuatro. Son muchos los factores que influyen en la preparación y desarrollo de las carreras, muchas variables que no siempre se pueden controlar. Y ayer hubo un par de detalles (alguno más decisivo que otro) que inclinaron la balanza a favor del piloto protegido de Red Bull. Fernando Alonso protagonizó una mala salida y el equipo de Ferrari yerró en la estrategia. Se obsesionaron con Webber, mandaron al asturiano a cambiar neumáticos antes de tiempo y dejaron la pista libre para que Vettel ganara su primer título de F-1. Mala temporada para la escudería italiana. Mala planificación en el diseño de su monoplaza, malos ingenieros y mal equipo. Alonso lo dio todo pero tampoco anduvo fino. El resultado final no podía ser otro a pesar de que lucharon hasta la última vuelta. Red Bull ganó el mundial de marcas la semana pasada y el alemán Vettel ganó ayer el mundial convirtiéndose en el piloto más joven de la historia en conseguirlo. Sin órdenes de equipo, con un coche rápido, fiable y técnicamente superior al resto, fue justo vencedor. Ferrari tendrá que hacerlo mejor la próxima temporada. Ellos saben y pueden.
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