Una de las razones que esgrimen los detractores de la visita del pontífice a Barcelona es el coste del viaje. Hay muchos factores a considerar pero me centraré en dos: el papamóvil y la seguridad. Cada hora de trayecto del papamóvil con ocupante divino sale por 800.000 euros de nada. O lo que es lo mismo: 13.333 euros por cada minuto que pase Benedicto XVI en España. Aunque el problema no es el precio, sino quién paga la mayor parte de esta abultada factura. Los papamóvil –han traído dos– llegaron la semana pasada a bordo de un avión Hércules del Ejército español. Es decir, fue el dinero de todos los contribuyentes el que también cubrió el traslado del vehículo privado de este señor, don Joseph Ratzinger. La seguridad tiene un coste que no es baladí. Se ha de pagar las horas extras de la policía (tanto la de aquí como la nacional), se tiene que acondicionar toda la zona de seguridad, se tiene que abonar las horas de vuelo de los helicópteros y demás vehículos policiales. Por su parte TV3 ha admitido un gasto de un millón de euros en el despliegue de cámaras para la retransmisión de todo el evento (dinero público, no lo olvidemos). Según el ayuntamiento de Barcelona (cuanto daño ha hecho el señor Hereu a Barcelona, cuanto despilfarro y demagogia de un alcalde que no serviría ni como limpiabotas), la llegada del papa genera unos beneficios de 30 millones de euros. Los defensores del viaje, entre los cuales encontramos las principales administraciones públicas del país, se agarran a esa mágica cifra. ¿De donde sale ese dinero? ¿Lo trae el papa desde el vaticano y lo reparte entre sus seguidores? ¿Es directamente Dios quien lo crea de la nada? ¿Podríamos acabar con el déficit y salir de la crisis organizando una visita diaria del papa? En lugar de invertir en mejorar las infraestructuras, la formación, la sanidad.... gastemos el dinero en eventos de lúdicos, culturales, deportivos o religiosos, para que la gente gaste sus ahorros... lo importante es que se mueva el dinero... y este mágicamente se multiplicará. seamos serios. Los hoteles se han llenado, cierto, pero sólo por un par de días. Los bares y restaurantes no van a hacer su agosto por esta visita ya que muchos fieles se traerán el bocadillo de casa y gastarán lo mismo. Además, dado que han cerrado todos los accesos los turistas sin invitación ni siquiera podrán estar cerca de espectáculo. Un último apunte por hoy: en Galicia han prohibido una manifestación ciudadana contra la visita de este impresentable sin alegar justificación de ninguna clase (un derecho fundamental, como es el de reunión, a tomar viento). Por parte de los colectivos ciudadanos se ha interpuesto denuncia en el juzgado que ha sido admitida a trámite pero con juicio a celebrar mañana, esto es, el día después de la convocatoria de la manifestación. Así que si queremos ejercer nuestro derecho, primero seremos apaleados y después celebramos un par de juicios extra y por vía (esta vez sí) de urgencia. Así va el país.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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