Hace unas tres semanas que las lluvias torrenciales inundaron casi una cuarta parte del territorio pakistaní causando unos dos mil muertos y unos veinte millones de damnificados de los 170 millones de personas que viven en Pakistán. Las lluvias monzónicas han acabado inundando el corazón agrícola del país asiático, de norte a sur. El caudaloso río Indo, que lo atraviesa, se ha desbordado, hasta alcanzar en determinados puntos anchuras de veinte kilómetros. Las dimensiones de esta catástrofe carecen de precedentes. La ONU ya ha advertido que seis millones de personas precisan ayuda urgente. Y que más de tres millones de niños corren peligro de muerte, amenazados por la disentería, el cólera, el tifus, la malaria, la hepatitis u otras temidas epidemias. A pesar del llamamiento del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon , la ayuda no llega en la proporción requerida. El martes se habían recolectado 169 millones de euros, cuando se necesitan de forma inmediata más del doble: 356. Los motivos que explicarían esta lentitud son diversos. Uno de los principales es la mala imagen internacional de Pakistán, un país que dispone de la bomba atómica, en constante tensión fronteriza con India, con fuerte presencia Talibán, sacudido por atentados terroristas que causan miles de víctimas anuales, con unos niveles de corrupción que hacen incierta la correcta distribución de las ayudas internacionales e insatisfactoriamente gobernado (reza el dicho, siembra vientos y recogerás tempestades). Pakistán necesita urgentemente ayuda y sus vecinos se tapan ojos y oídos. Eso es lo que están haciendo sus vecinos. Afganistán e Irán, quizás por incapacidad. India, por enemistad manifiesta. China, porque vive volcada en su propio crecimiento. La mayoría de los países musulmanes no han hecho aportaciones significativas. Tal como está el panorama la ayuda de los países desarrollados se revela vital. Los europeos y Estados Unidos ya la encabezan, seguidos a cierta distancia por Japón. Y deben incrementarla en la medida de sus posibilidades. La buena noticia es que las lluvias darán una pequeña tregua durante unos días, según una previsión meteorológica oficial anunciada ayer, lo que permitirá que descienda el nivel de las aguas del río Indo y sus afluentes. No obstante, una grave amenaza persiste en las dos presas de la provincia de Sind, en el sudeste del país, que ya se han agrietado y soportan una fuerte presión. Desde hace días se teme que cedan y el desbordamiento afecte a varios distritos de la provincia.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
No hay comentarios:
Publicar un comentario