Messi no había cumplido los 5 años y no recuerda qué hacía justo en el momento en que Ronald Koeman cambió la historia del Barça con su gol decisivo ante el Sampdoria. Iniesta era un poquito mayor (8) y ha retenido en su memoria las imágenes de aquel día aunque tampoco sabe dónde vio el partido exactamente. Sí fue más consciente de todo el eterno Xavi Hernández. Ya tenía 12 años y siguió el encuentro desde casa por televisión porque no le dejaron ir a Wembley, viaje triunfal que sí que hicieron sus hermanos. Pero todos ellos en cierta medida son hijos de aquel Barcelona pionero. Hijos de aquel espíritu del 92. Hijos de aquel año maravilloso para el Barça y para la ciudad donde se produjeron una catarata de acontecimientos felices que quedaron en la psique colectiva. Entonces no había una crisis galopante ni las primas de riesgo estaban en boga. Entonces se vivía en una burbuja mágica. En aquel contexto donde un cambio sucedía al otro de forma vertiginosa, el Barça conquistó su primera Copa de Europa, como el preludio perfecto de lo que luego serían unos Juegos Olímpicos sobresalientes.
20 años después La Vanguardia ha querido hacer un recorrido por los integrantes de aquel Barça. Tanto los que jugaron como los que no. Tanto los que estuvieron en el once, como los que salieron después, como los que lo vieron desde el palco. En 20 años el Barcelona ha sumado cuatro Champions, algo que parecía imposible. Wembley es el principio, el lugar donde todo un club se sintió grande de verdad y cogió impulso para ganar el futuro.
Aquella tarde-noche londinense había nervios en el césped, en la grada... y en el banquillo. "Estaba con Txiki, con Alexanko, con Goiko y con Carles Busquets. Era un banquillo distinto al del Camp Nou, que entonces estaba más hundido. Era un banquillo externo. Comenzó el partido, hubo una oportunidad de Vialli, luego algunas nuestras y aquello no se definía... Estábamos nerviosos y en tensión", se arranca Miquel Àngel Nadal. Repasando las alineaciones de aquel día su nombre debió salir. Se disponía a entrar en el campo cuando Koeman marcó el gol de su vida. Un gol que supuso que Nadal no jugara. Cambio de planes, Alexanko en escena y a mirar el final desde la barrera. "Yo quería participar, me moría de ganas por jugar ya desde el principio -relata Nadal-. Ya había hecho el calentamiento, ya estaba a punto de salir por un compañero. ¿Qué si me sabe mal no haber jugado? Uno siempre querría estar, pero en aquel momento pesó más la locura, la alegría, el instante del gol que el punto de decepción por no salir. El triunfo era demasiado importante como para no participar de aquella felicidad. Fue un orgullo estar allí en aquella catedral del fútbol. No había otro escenario mejor para lograr la primera".
Fuente: La Vanguardia.
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