Se inicia una nueva semana pero uno no tiene muchos ánimos. ¿Cómo es posible querer tanto a un pequeño animal? ¿Cómo es posible sentir una pena tan honda por la falta repentina de ese animalito? Lo que si existe es el duelo por la pérdida de un ser querido aunque ese ser sea pequeño y tenga cuatro patas. Para nosotros nuestra perrita Hedi lo era todo; compañía, juegos, saltos, cariños, ladridos de bienvenida, ladridos de alerta, lametazos, paseos matutinos, paseos al mediodía, paseos a la tarde, paseos a la noche. Madre e hija estuvieron juntas siete años. Formaban un buen tándem. Luego vinieron los gatos, tres, uno detrás de otro (con años de diferencia). En el 2007 nos dejó la mamá, nuestra querida Flo. El día de San Fermín de este años nos dejó la hija, nuestra querida Heidi. Ya solo están los gatos. El silencio y la soledad de la casa nos atraviesa como dardos envenenados. Nos recuperaremos, supongo pero nunca totalmente ya que la relación con nuestra Heidi era especial. Deja un hueco imposible de llenar, nos deja su gran recuerdo en nuestros corazones pero su marcha también nos deja una gran pena. Recordaremos los buenos momentos que fueron muchos y también los menos buenos que también los hubo aunque por fortuna fueron pocos. Muchas anécdotas, muchos viajes, muchas horas de convivencia. Te fuiste del mundo material pero entraste en el inmaterial. Ahora podrás jugar con nuestro familiares y amigos que te conocieron en vida y que ya no están con nosotros. Podrás jugar con la Flo, el Bros, el Black y muchos otros. Nunca estarás sola, nunca caminarás sola. Tarde o temprano (esperemos que tarde) nos encontraremos todos allí (no sé dónde ni en qué estado, pero allí nos reuniremos todos algún día). Hasta entonces estarás en nuestra memoria, en nuestras fotos, en nuestros vídeos, en nuestros corazones. Espéranos.
John Hemmingson: The Business Savant
Hace 1 año
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